El poder de las redes sociales: ¿soy lo que publico?

Como bien dijo Pau Solanilla en su libro La República de la Reputación: “Dime con quién conectas, y te diré quién eres”.

La anterior premisa es la innegable realidad social en la que vivimos, en la que cada ciudadano es empresario y embajador de su marca personal. Todos, de una manera u otra manera, nos relacionamos en un mundo totalmente digitalizado, hiperconectado e hipersensible, en el que nada se esconde y todo se sabe.

Sin importar si se gestiona o no, absolutamente todos poseemos una marca, que, a su vez, es el reflejo de la forma en que hacemos las cosas, de comportarnos, de relacionarnos y de ser con los demás.

Inclusive, somos los máximos responsables de todo el contenido que se genera en nuestras redes sociales. De todo lo que se publica, se comparte, inclusive, lo que permitimos que otros publiquen en nuestro espacio… en lo que podríamos llamar “nuestra casa social”.

Economía de la reputación

La economía de la reputación es una nueva e imparable disciplina social, que ya no solo vincula a las grandes empresas. También involucra a los emprendedores, a las Pymes y, por supuesto, hoy más que nunca a las personas.

Nuestra reputación no nos pertenece, simplemente podemos construirla, protegerla e impulsarla.

Esto porque yace en las percepciones que hemos desarrollado en los demás de nosotros, con nuestra realidad, comportamiento, actuaciones. En este caso específico, con lo que publicamos y con quién conectamos en redes sociales.

Todos estamos inmersos en un mundo digitalizado e impulsado por el poder de las redes, en el que no es necesario estar presente en una plataforma digital para que se hable de nosotros. Aunque no estemos en alguna red, siempre se podrá hablar de nosotros.

¡Cuidado con lo que publica!

Ante este escenario, cuando publicamos comentarios, vídeos, fotografías o compartimos publicaciones de terceros estamos construyendo nuestra “huella digital”.

En otras palabras, estamos generando percepciones de cómo quiero que me perciban. Sea como persona o profesional, porque nos guste o no, la actualidad dicta que una es inherente a la otra.

La famosa excusa de “cuentas privadas o personales” solo existen en la cabeza de las personas.

Esto porque en el mundo digital no se puede esconder nada, o al menos, no por mucho tiempo.

Cuando hacemos un post o compartimos, generamos un tuit, o simplemente nos expresamos estamos comunicando la forma en que queremos ser percibidos y reconocidos por todos.

¿Yo soy la marca?

Cada persona está a cargo de trabajar el marketing de su marca personal. Eso sí, adquiere diferentes dimensiones en las personas que son conocidas como “figuras públicas”.

Por ejemplo, si somos empleados de una empresa, inmediatamente nos convertimos en representantes de la misma.

Muy a pesar de que digamos “es mi cuenta personal”, resulta que nuestro “comportamiento digital” siempre tendrá un ligamen con la empresa y su cultura corporativa, con sus valores y políticas de cumplimiento ético.

Similar sucede si somos trabajadores independientes o dueños de nuestra propia empresa. Inclusive es más riguroso, porque nuestra conducta es juzgada directamente por el consumidor, cliente y empleado, mismos que juzgan y sentencian con la inmediatez de un clic.

El margen es mucho menor, porque antes de contratarnos para un servicio, adquirir mi producto o finiquitar un acuerdo comercial nos harán un fuerte escrutinio sobre nuestra huella digital.

Esto para saber con quién van a tratar, a quién le van a comprar un producto, o con quién se van a asociar, y todo esto sucede en las plataformas digitales.

Nuestra “huella digital”

Inclusive, y aunque existen diferentes políticas y leyes de contratación para las empresas, lo cierto es, que todas, adicional al Curriculum Vitae, hacen una evaluación de nuestra huella digital, nos buscan en las redes sociales.

También hacen un importante análisis del perfil de la persona que estarían por contratar y va a representar a la empresa.

El último informe de InfoJobs sobre redes sociales, indica que una de cada cinco empresas encuestadas reconoce haber descartado a un candidato por su actividad en redes sociales. Y una de cada dos (49%) afirma revisar el perfil de Instagram antes de contratarlo.

Las redes sociales más consultadas son LinkedIN (84%) y Facebook (72%). Pero es muy probable que esta medición varíe para este 2022 con la evolución de TikTok, Twitch y otras redes que ascienden con mucha fuerza y hoy son determinantes.

Según el informe, los principales motivos de descarte por parte de las empresas son:

  • Incoherencia entre lo que comenta el profesional en la entrevista y lo que publica en sus perfiles (56%)
  • Las fotos publicadas (47%)
  • Faltas de respeto (36%)
  • Faltas graves de ortografía en sus publicaciones
  • Hablar mal del jefe o los compañeros de la empresa anterior de trabajo (34%).

En el caso de las figuras públicas va más allá, porque, quieran o no, adquieren una responsabilidad social con su público y sociedad en general.

Ellas influyen en la toma de decisiones de las personas, sea para adquirir un producto, contratar un servicio, apoyar causas sociales, políticas, entre muchas otras, pero este tema lo podemos ampliar en otro artículo.

Analizar, pensar antes de publicar

El previo análisis sobre lo que se publica en el ecosistema digital es elemental y obligatorio.

Un vídeo que consideremos “divertido” en TikTok, una fotografía que podría generar muchos “likes” en Instagram, un simple tuit con una opinión sobre cualquier tema… debe tener un sentido coherente con la percepción que deseamos tengan los demás de mí.

Ese análisis previo nos genera un valor diferencial sobre los demás, por lo que preguntarnos: ¿cuál percepción voy a generar con lo que voy a publicar?

Y además: ¿es así como quiero ser percibido por la sociedad? La respuesta podría definir nuestro futuro profesional, así como personal.

Aquel viejo discurso de “no importa que hablen bien o mal de mí, lo importante es que se hable de mí”, ya no es válido, no es rentable.

Más bien es peligroso y nos expone a un fuerte castigo social y profesional, lo que para una empresa sería perder su licencia social de operación.

“La marca es el perfume que usas, la reputación, el olor que dejas”, Alfonso Alcántara.

Artículo publicado por José Pablo García Roldán en el diario www.observador.cr

Empresa familiar: quién cuida de nuestro buen nombre

Las empresas familiares son un pilar fundamental de la vida económica y social de muchos países tanto por su naturaleza como por un comportamiento que va más allá de los intereses de rentabilidad del negocio ya que suelen estar comprometidas tanto desde la perspectiva humana como social con sus colaboradores y generan un gran valor socio-económico en el territorio donde operan.

El gran reto de esas empresas suele ser sobrevivir a la tercera generación para lo que tienen que transitar de “empresa familiar” a “familia empresaria” profesionalizando la gestión. Algo nada fácil por la triple condición de familia, accionistas y trabajadores que se suele producir. Un estudio de la Universidad de Harvard que abarcó más de mil empresas familiares mostró que el principal motivo por el que estas empresas desaparecen lo constituyen los conflictos entre los miembros del clan familiar. Además, un 70% fracasan en el momento de traspasar el mando a la segunda generación por falta de preparación, con el consiguiente impacto reputacional al buen nombre de la familia.

Vivimos en un momento de disrupción y transformación digital, por lo que requiere adaptarse tanto desde la perspectiva de, la competitividad del negocio como de la reputación a la empresa y al buen nombre de sus dueños. Las empresas familiares trasladan y transmiten los valores familiares a sus compañías impregnando la cultura de las empresas. Es por ello que el propósito y el legado de las distintas generaciones y, por ende su reputación, constituyen un elemento central y diferenciador.

Por ello, es especialmente importante una correcta gestión de la comunicación para proteger la reputación y el buen nombre de las familias. Muchas de ellas no tienen todavía hoy profesionalizada ni protocolizada la estrategia de comunicación, y a pesar de que se han dado importantes avances en el terreno de la mejora del Gobierno Corporativo, la comunicación sigue siendo todavía una de las asignaturas pendientes en muchas de ellas. En el mundo de hoy los mercados y la sociedad exigen cada vez más transparencia, y la generación de confianza y la reputación, han venido para quedarse en el imaginario colectivo y en los negocios como uno los activos estratégicos de las empresas.

Las empresas familiares han sido reconocidas tradicionalmente por su credibilidad, integridad y contribución, pero tienen que mejorar en imagen y en transparencia. Hemos insistido en que la reputación es un intangible, un reconocimiento que se otorga por parte de los diferentes grupos de interés o la Comunidad, e igual que se consigue, se pierde, por lo que hay que desplegar una audaz e inteligente estrategia para protegerla. En ese sentido, hay que trabajar en tres dimensiones de la comunicación:

1-La comunicación en el seno de la familia empresaria para consolidar las relaciones

2-La comunicación entre la familia empresaria, la empresa y los colaboradores

3-La comunicación de la empresa familiar con el mercado y los distintos públicos de interés

Gestionar propiedad, administración y familia se convierte en un reto estratégico para el buen desarrollo del negocio, así como un elemento central en el compromiso de la propia familia con la empresa. Es indispensable la transmisión de los valores fundacionales y contribuir a la continuidad de la misma en la transición de la propiedad a las futuras generaciones. Las redes sociales son el lugar en el que se construyen o destruyen marcas y compañías, por lo que el storytelling ha pasado a ser también un must para la gestión de la reputación familiar.

Muchas empresas piensan ingenuamente que por el hecho de no estar en redes sociales nadie va a estar hablando de ellas. En un mundo hiperconectado, siempre va a haber alguien que va a hacer algún comentario, positivo o negativo sobre nosotros, por lo que tenemos que estar preparados para comunicar, escuchar e interactuar, para proteger la reputación de la empresa y el buen nombre familiar. Los espacios vacíos no existen, en el mundo hiperconectado e hipertransparente de hoy es recomendable anticiparse, por lo que la comunicación corporativa debería ser así el eje y el manto integrador del relato de la empresa familiar para responder a los nuevos retos del modelo de negocio y la promesa de valor de las compañías entre sus stakeholders.

Foto: Nexian.es